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• Malanca, el artista que eligió las sierras

El pintor argentino y cordobés, José Malanca, hijo de inmigrantes italianos, nació en San Vicente, Córdoba, en 1897.
“Es uno de los grandes paisajistas del Arte de los Argentinos. Luego de un primer aprendizaje en su ciudad natal, completó sus estudios en Italia. De vuelta a la Patria, el gobierno de la provincia le otorga una beca de perfeccionamiento. Siendo lo normal optar por Europa, escoge realizarla en América cautivado por el paisaje. Así recorre largamente nuestro continente, dejándonos el testimonio en su óleos pintados al aire libre”.

La huerta de los Álamos
Malanca, adquiere en 1937, la Huerta de los Álamos, una quinta de más de tres hectáreas, por la cual sentía una atracción especial, enclavada en el paraje La Estancita, a unos 15 kilómetros de Río Ceballos, en el corazón de las Sierras Chicas.
Adquirida en 1937 fue desmontada por el pintor y poco a poco se fue llenando con frutales, eucaliptos, coníferas de todo tipo, robles y árboles de flores. Malanca buscaba más que nada un efecto estético antes que productivo, y eso se nota claramente en Las cuatro estaciones (serie de pinturas que retratan un mismo paisaje en distintas épocas del año).
Malanca fue plasmando en sus cuadros este colorido especial de "su Quinta" con pinceladas muy acertadas de óleo y cariño.
La Huerta de Los Álamos pasó a llamarse "Quinta" quizás porque el pintor José Malanca mantenía el recuerdo de las viejas quintas de su querido Barrio San Vicente de la Ciudad de Córdoba, como así también por la gran cantidad de frutales plantados en ella.
La Quinta fue cuna de muchas amistades profundas y sinceras, y significó el ámbito donde José Malanca y su esposa peruana Blanca Del Prado pudieron realizar con mayor autenticidad sus artes: cuadros por un lado; poesías y prosa por el otro.
Esta Quinta significó el refugio de su arte y su apego a la tierra misma, que con gran cariño trabajó.
Toda la historia de la Quinta constituye en si la historia del pintor José Malanca, de su esposa e hijas, como así también la de sus hijos políticos, nietos, y numerosos amigos de la familia, que compartieron allí sus charlas y trabajos.Y así, este paraje tan querido y particular sigue siendo cuna de grandes amistades, profundas alegrías y lugar de reuniones...
La Huerta de los Álamos también hoy cobija en cada rincón alguna vivencia, algún recuerdo, algún proyecto, de los nietos del pintor. Este pedazo de tierra los recibió recién nacidos, los vio crecer, jugar, trabajar, estudiar y soñar... Fue cuna de sus amistades, testigos de algunos de sus casamientos, y ahora, de descubrimientos, primeros pasos y juegos de sus hijos (bisnietos de José Malanca)...

Las cuatro estaciones
Se trata de una serie de pinturas que retratan un mismo paisaje en distintas épocas del año.
Para pintar ese paisaje Malanca eligió una elevación exterior al mismo, por el lado oeste, y desde esa perspectiva que deja fijar la vista en una sucesión de cerros azules, planteó los cambiantes colores de su quinta, donde vivía con su familia buena parte del año.
Seguramente Las cuatro estaciones está inspirada en la obra musical homónima de Vivaldi, tanto como en la serie de Fernando Fader titulada Las siete horas del día. En sus cuatro obras, Malanca realiza un acabado estudio de la luz en un mismo paisaje según cada estación del año.
La primera pintura que realizó fue La primavera, en 1949. Esta obra, junto con El invierno, era considerada por el artista como la más lograda.
Tres años después de La primavera, con los árboles ya crecidos, en 1952 Malanca pintó El verano, en la que destaca la enorme variedad de verdes que utilizó el artista, logrando crear una atmósfera lujuriosa del verano serrano cordobés.
En 1953 fue el turno de El otoño, pintura en la que el artista explora las posibilidades que los ricos y variados tonos de los árboles proponen a su vista. Según la crítica especializada, El otoño marca una etapa de suma madurez en su obra.
El invierno está fechada en 1954. Malanca aprovechó una fuerte nevada para realizar esta obra que completa el ciclo de Las cuatro estaciones. Malanca afirmaba que estaba orgulloso de no haber puesto una sola pincelada de blanco “puro” en esta vista invernal, pese a lo cual había logrado retratar la blancura intensa de la nieve.
En los cuadros que componen la serie (óleos en tela de lino de más de 1,50 metros por lado), Malanca no sólo se luce con sus pinceladas precisas y plenas de colores densos y sugerentes, sino que además logra transmitir la presencia humana sin mostrar la casa que se presume (para los que conocen el lugar) hacia el centro del cuadro.
“Las cuatro estaciones del año en La Estancita”, como también se conoce a la obra, constituye un trabajo complejo que, a la vez que marca la madurez pictórica del artista, muestra su afecto por el lugar.
Tanto La primavera como El invierno viajaron a Brasil para una muestra por los 150 años del arte de los argentinos, representando a Córdoba•

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